domingo, junio 15, 2008

La isla



Mariny se sintió solo ante la perdida de sus padres, contaba con 16 años y decidió embarcarse en aquella nave aunque el olor del pescado le producía arcadas, solo y ante la vida tenía que ganarse el sustento, alguien gritó fuerte ¡Grumete trae esos barriles!. El barco estaría varios meses en la mar. El Pelisum le puso su capitán al barco, mientras los demás hombres se disponían a alzar sus velas y recogían sus redes, aunque asustado tenía toda la disposición de un gran hombre pese a su corta edad, cuando el barco se alejó de la orilla, las lagrimas fluyan de sus ojos al dejar su tierra, era de mañana muy temprano, cuando la tripulación se disponía a las tareas diarias, la pesca uno de los sustentos, más grande para el pueblo, mientras arriaban las redes al mar profundo. Mariny recordó a su padre, cuando a la orilla hacía y cosía las redes, era un trabajo artesano, era bien pequeño y aún recordaba las historias que el le contaba sobre la isla lejana, con unos ojos bien abiertos y la inocencia del que mira con admiración y oye historias lejanas y que espera ver algún día, una orden de aviso lo despierta de su recuerdo, mientras un pescozón en el cuello del capitán con pipa en boca, ojos pequeños como un ratón y barba blanca y una voz grave, lo asustó y mandó fregar la cubierta. Soy Sebastián capitán de este barco y no permito que jovenzuelos como tú no estén atentos, Mariny. Disculpe capitán no volverá a pasar. Cuanto tiempo había ya pasado desde entonces más de diez largos años, mi edad ahora era de 26 años, y válgame Dios, mi cara curtida, envejecida a pesar de mi corta edad. Allí quedó toda una época desde que empecé en el barco, que un viento de poniente sopló fuerte aquel fatídico día 2-11-1830 en el que naufragó en medio de la mar, donde sostenido al palo mayor, llegué a la isla. Desfallecido, con hambre, deshidratado. Me rescataron los nativos-as del poblado, se dirigió a mi un hombre alto delgado de piel oscura, parecía el patriarca de la tribu. Me asistieron y curaron no pude divisar bien los paisajes, el sol parecía enfurecido, abrasaba mi piel y mi cuerpo. Fui trasladado en una camilla hecha de hojas de palmera y palos de bambú al poblado. El médico que me atendió era inglés, después de unos días entre inconsciente y consciente y con los cuidados y bien atendido me recuperé enseguida, ahora disfrutaba de la belleza del paisaje, donde las palmeras subían altas y los frutos no escaseaban, donde en la lejanía se observaban las montañas y los atardeceres y amaneceres pintaban el cielo en su mejor esplendor, por fin me di cuenta que era de lo que tantas veces mi padre me contó era ella no era invento de el para entretenerme existía este lugar lleno de paz y calma en el que al principio quise marchar, pero que me dije que no había estado soñando, imaginando este hermoso lugar durante tantos años de mi vida, ahora estaba en ella y no me iría jamás. Esta historia es inventada cualquier hecho con la vida real no es cierto.

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