miércoles, octubre 29, 2008

¿Qué es el Reiki?

El Reiki nació en Japón y está compuesta por dos caracteres:

  • “Rei” que significa espíritu, alma y, en un sentido más amplio, “espíritu del universo que otorga vida”

  • • “Ki” que significa energía, atmósfera, mente, corazón, humor. Pero también se refiere a la fuerza vital que hay en todas las cosas.
Por tanto, la palabra Reiki puede traducirse como Energía Universal Vital. Una energía de la que todos disponemos y que fluye a través de nuestro cuerpo. Así que cualquiera de nosotros puede canalizar y practicar Reiki en cualquier momento. Al hacerlo, esta energía vital y curativa pasa a través de las palmas de las manos hacia la persona que la recibe. Esta energía vital universal es inagotable. Impregna todo lo que nos rodea y, sin darnos cuenta, interactuamos constantemente con ella. El maestro de Reiki usa esta misma energía, liberando dicha fuerza para lograr que la energía individual del receptor y la energía del mundo lleguen a un estado de armonía absoluto. Al mismo tiempo que libera y canaliza esa energía, el emisor se beneficia del equilibrio generado, ya que parte de la energía necesaria para la terapia proviene de la persona que está tratando. Ambos, maestro y paciente, sacan provecho y la energía se autorregenera en un ciclo sin fin.

El amor cura
Los maestros de Reiki creen que la base de esta forma de curación es el amor. Al igual que cada uno de nosotros estamos rodeados por un campo magnético llamado aura, el universo también posee un aura de varias capas, una de las cuales es el amor universal incondicional. Este amor absoluto, pilar básico del Reiki, se canaliza a través de nuestros cuerpos y, lógicamente, de nuestro corazón. Este órgano se identifica en el Reiki como un centro de amor que nos vincula con la energía sanadora del universo. Las personas que reciben la terapia Reiki coinciden en admitir una sensación de amor y paz interna una vez finalizada la sesión.
De esta forma, hay que entender el Reiki como una forma de comunicación amorosa. Este amor incondicional del universo tiene el poder de llevarnos a un estado de paz, serenidad y armonía. Un flujo amoroso que nos conecta con el resto de los seres vivos, nos integra en el cosmos y hace que nos sintamos parte de la divinidad.

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